miércoles, 17 de marzo de 2010

8.8 Magnitud Local


Recuerdo perfectamente ese día, una tranquilidad especial rondaba. Eran las tres y tantas de la madrugada, una noche despejada  y una luna llena que rellenaba lo inmensurable, aquella caja de olvido que nos recuerda cada noche que no somos más que unos tantos átomos ordenados en esta sopa elemental llamada Universo. Tan pequeños como el suspiro de una hormiga, somos tan solo el ultimo segundo de un largo día. La maravilla que “logramos” dominar nos jugo una mala pasada, yo solo con mis pies bien puestos en la tierra contra lo inevitable.

Lamentablemente ese día, con los pies bien puestos sobre mi  amada tierra, sentí su gran rugido. Desde sus entrañas rugió tan fuerte que  hasta el diablo se despertó de su letargo, la gran placa tectónica del mar que tranquilo nos baña decidió justo ese día Sábado en la madrugada dejarse ceder ante tanta presión. El movimiento despertó un miedo tan básico, tan animal, que nos recordó que tan solo somos  pequeños seres cósmicos y que nuestras decisiones no afectan en lo más mínimo al show en el que vivimos y es presentado en este gran teatro llamado Tierra.

Solo recuerdo el desdoblamiento  de mi cuerpo y  la incapacidad de moverme al estar anclado al suelo. El cielo era blanco y se ilumino tal como una tormenta eléctrica, pero sin ni una nube.  Pasado esos interminables dos minutos, sucedió lo inevitable, el caos se escapo por las fisuras para bailarse un pie de cueca con el miedo… y hasta el día de hoy se sienten las “vuelta…”, que científicamente las llamamos “replicas”.

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